WILLIAM HOPE HODGSON

 

 

La entrada del monstruo

Una voz en la noche

 

 

 

 

 

 

 

 

Una Voz En La Noche

por William Hope Hodgson.[1]

 

Era un noche oscura y sin estrellas. La falta de viento nos tenía detenidos en el Pacífico norte. No sé cuál era nuestra posición exacta, pues durante un semana fatigosa y jadeante el sol había permanecido oculto detrás de un tenue neblina que parecía flotar sobre nosotros,  aunque a veces descendía para envolver el mar que nos rodeaba.

Ante la falta de viento, habíamos sujetado en posición firme la caña del timón y yo era el único hombre que se encontraba en cubierta. La tripulación, que consistía en dos marineros y un grumete, dormía en su camarote de proa, mientras Will -mi amigo y a la vez patrón de nuestra pequeña embarcación- se hallaba en su litera de popa, en el lado de babor.

De pronto, surgió un llamada de entre las tinieblas que nos rodeaban:

 

-¡Ah de la goleta! -Fue tan inesperada, que la sorpresa me impidió contestar inmediatamente.

 

Volvió a oírse la llamada; un voz curiosamente gutural e inhumana nos llamaba desde algun parte del mar tenebroso, por el lado de babor.

 

-¡Ah de la goleta!

-¡Eh! -grité, después de reponerme un poco de mi sorpresa-. ¿Quién eres? ¿Qué quieres?

-No teman -contestó la voz extraña, que probablemente había captado cierto tono de confusión en la mía-. No soy más que un hombre... anciano.

 

La pausa resultó extraña, pero hasta más adelante no le encontraría sentido.

 

-Si es así, ¿por qué no atracas a nuestro costado? -pregunté con cierta sequedad, pues no me gustaba la insinuación de que me había mostrado un tanto confundido.

 

-No. .. no puedo. Sería peligroso. Yo...

 

La voz enmudeció y todo volvió a quedar en silencio.

 

-¿Qué quieres decir? -pregunté, cada vez más asombrado-. ¿Por qué sería peligroso? ¿Dónde estás?

 

Escuché durante un momento, pero no hubo respuesta. Y entonces, un sospecha súbita e indefinida, aunque no sabía de qué, se apoderó de mí. Me acerqué rápidamente a la bitácora y saqué la lámpara encendida. Al mismo tiempo golpeé la cubierta con el tacón para despertar a Will. Luego me aproximé de nuevo al costado y proyecté el haz de luz amarilla hacia la silenciosa inmensidad que había más allá de nuestra borda. Al hacerlo, oí un grito leve y sofocado y luego un chapoteo, como si alguien acabase de sumergir los remos precipitadamente. Pese a ello, no puedo decir que viera nada con certeza, excepto, me pareció, que el primer destello de luz había iluminado algo en el agua, allí donde ahora no había nada.

 

-¡Eh! -llamé-. ¿Qué broma es ésta?

 

Pero lo único que oí fueron los confusos ruidos de un embarcación que se alejaba de nosotros y se internaba en la noche.

Entonces oí la voz de Will que venía de popa.

 

-¿Qué pasa, George?

-¡Ven aquí, Will! -dije.

-¿De qué se trata? -preguntó, cruzando la cubierta. Le conté el raro incidente que acababa de producirse. Él me hizo varias preguntas; luego, tras un momento de silencio, hizo bocina con las manos y llamó:

 

-¡Ah del barco!

 

Desde mucha distancia nos llegó débilmente un réplica y mi compañero repitió su llamada. Al poco, después de un breve silencio, el sonido apagado de unos remos fue acercándose a nosotros y, al oírlo, Will volvió a llamar.

Esta vez hubo respuesta.

 

-Apaguen la luz.

-Que me cuelguen si la apago -musité, pero Will me dijo que hiciera lo que ordenaba la voz, así que metí la luz debajo de las amuradas.

-Acerquese más -dijo Will. Siguieron oyéndose los remos. Luego, cuando parecían estar a un media docena de brazas, cesaron de nuevo.

-¡Atraque al costado! -exclamó Will-. ¡A bordo no tenemos nada que deba darle miedo!

-Promete que no mostrarás la luz.

-¿Qué te pasa? -pregunté-. ¿Por qué sientes ese temor infernal a la luz?

-Porque... -empezó a decir la voz y enmudeció de repente.

-Porque ¿qué? -pregunté en seguida. Will me puso un mano en el hombro.

-Cállate durante un minuto, viejo -dijo-. Ya me encargo yo de él.

 

Se inclinó más sobre la borda.

 

-Oiga usted, señor -dijo-. Todo esto es muy extraño..., acercarse a nosotros de esta manera, en medio del bendito Pacífico. ¿Cómo vamos a saber que no se trae algo raro entre manos? Dice que está solo. ¿Cómo podemos saberlo si no le vemos? ¿Cómo... eh? ¿Qué tiene contra la luz, si puede saberse?

 

Cuando Will terminó de hablar, volví a oír el ruido de remos y luego la voz, pero ahora procedía de más lejos y su tono reflejaba una desesperanza y un patetismo tremendos.

 

-Lo siento... ¡Lo siento! No quería molestarlos, pero es que tengo hambre..., y ella también.

 

La voz se apagó y hasta nosotros llegó el ruido de los remos sumergiéndose irregularmente.

 

-¡Alto! -gritó Will-. No quiero ahuyentarte. ¡Vuelve! Esconderemos la luz, si a ti no te gusta.

 

Will se volvió hacia mí:

 

-Todo esto resulta muy extraño, pero creo que no hay nada que temer.

 

Había un interrogante en su tono y le contesté:

 

-Yo tampoco. El pobre diablo habrá naufragado por aquí cerca y se habrá vuelto loco.

 

El sonido de los remos iba acercándose.

 

-Vuelve a guardar la lámpara en la bitácora -dijo Will; luego se inclinó sobre la borda y aguzó el oído.

 

Dejé la lámpara en su sitio y volví a su lado. El ruido de los remos cesó a un docena de metros aproximadamente.

 

-¿No quieres atracar de costado ahora? -preguntó Will con voz tranquila-. He vuelto a meter la lámpara en la bitácora.

-No.... no puedo -repuso la voz-. No me atrevo a acercarme más. Ni siquiera me atrevo a pagar las..., las provisiones.

-Eso no importa -dijo Will, titubeando luego-. Toma toda la comida que quieras...

 

Volvió a titubear.

 

-¡Eres muy bueno! -exclamó la voz-. Que Dios, que todo lo comprende, te recompense por tu...

 

La voz se quebró roncamente.

 

-¿La.... la señora? -dijo de pronto Will-. ¿Está ... ?

-La he dejado en la isla -dijo la voz.

-¿Qué isla? -tercié yo.

-No sé cómo se llama -contestó la voz-. Ojalá... -empezó a decir, pero se calló súbitamente.

-¿No podríamos enviar un barca en su busca? -pregunté a Will.

-¡No! -dijo la voz con un énfasis extraordinario-. ¡Dios mío! ¡No! -Hubo un breve pausa; luego, en un tono que hacía pensar en un reproche merecido, añadió-: Me he aventurado a causa de nuestra necesidad... Porque su agonía me atormentaba.

-¡Soy un bruto despistado! -exclamó Will-. Aguarda un minuto, seas quien seas, y en seguida te traigo algo.

Al cabo de un par de minutos volvió con los brazos cargados de los más variados comestibles. Se detuvo ante la borda.

 

-¿No puedes acercarte a recogerlo? -preguntó.

-No.... no me atrevo -replicó la voz. Me pareció detectar en ella un tono de anhelo sofocado... como si su dueño reprimiera algún deseo mortal. Y entonces se me ocurrió que aquella criatura vieja e infeliz sufría realmente necesidad de lo que Will tenía en los brazos y, pese a ello, debido a algún temor ininteligible, se abstenía de acercarse velozmente al costado de nuestra pequeña goleta y recogerlo. Y junto con este convencimiento relámpago, llegó el conocimiento de que el invisible no estaba loco, sino que afrontaba con cordura algún horror intolerable.

 

-¡Maldita sea, Will! -dije, lleno de muchos sentimientos, entre los que predominaba un solidaridad inmensa-. Trae un caja. Meteremos la comida en ella y se la haremos llegar flotando.

 

Así lo hicimos, empujando la caja con un bichero hacia la oscuridad. Al cabo de un minuto llegó a nuestros oídos un leve exclamación del invisible y entonces supimos que tenía la caja en su poder.

Poco después se despidió de nosotros y nos lanzó un bendición que, de ello estoy seguro, no nos vino nada mal. Luego, sin más, oímos que los remos se alejaban en la oscuridad.

 

-Mucha prisa en irse -comentó Will, quizás un tanto ofendido.

-Espera -repliqué-. No sé por qué, pero me parece que volverá. Seguramente esos alimentos le hacían muchísima falta.

-Y a la dama también -dijo Will. Guardó silencio durante un momento, luego prosiguió-: Es lo más raro que me ha pasado desde que me dedico a la pesca.

-Sí -dije yo, y me puse a reflexionar. Y así fue pasando el tiempo: un hora, y otra, y Will seguía conmigo, pues la extraña aventura le había quitado todo deseo de dormir.

 

Habían transcurrido ya las tres cuartas partes de la tercera hora cuando nuevamente oímos ruido de remos en el silencio del océano.

 

-¡Escucha! -dijo Will, con un leve tono de excitación en la voz.

-Lo que me figuraba. Ya vuelve -musité.

El ruido de los remos al sumergirse era cada vez más cercano y me fijé en que los golpes de remo eran más firmes y duraban más. Era verdad que necesitaban los alimentos.

El ruido cesó a poca distancia del costado de la goleta y la voz extraña llegó de nuevo a nosotros a través de las tinieblas:

 

-¡Ah de la goleta!

-¿Eres tú? -preguntó Will.

-Sí -replicó la voz-. Me he ido repentinamente, pero... es que la necesidad era grande. La... señora les está agradecida aquí en la tierra. Pero más lo estará pronto en..., en el cielo.

Will empezó a decir algo con voz desconcertada, pero sus palabras se hicieron confusas y optó por callarse. Yo no dije nada. Me sentía maravillado por aquellas pausas curiosas, y además de mi maravilla, me embargaba un gran solidaridad.

La voz continuó:

 

-Nosotros..., ella y yo, hemos hablado mientras compartíamos el fruto de la ternura de Dios y de vosotros...

 

Will le interrumpió, pero sin coherencia.

 

-Os suplico que no..., que no menospreciéis vuestro acto de caridad cristiana de esta noche -dijo la voz-. Cercioraros de que no haya escapado a Su atención.

 

Se calló y durante un minuto entero reinó el silencio. Luego la voz volvió a oírse:

 

-Hemos hablado juntos de lo.... de lo que ha caído sobre nosotros. Habíamos pensado salir, sin decírselo a nadie, del terror que ha entrado en nuestras... vidas. Ella, igual que yo, cree que los acontecimientos de esta noche obedecen a algún designio especial y que es deseo de Dios que os contemos todo lo que hemos sufrido desde.... desde...

 

-¿Sí? -dijo Will quedamente.

-Desde el hundimiento del Albatross.

-¡Ah! -exclamé involuntariamente-. Zarpó de Newcastle rumbo a Frisco hace unos seis meses y no ha vuelto a saberse de él.

-Sí -contestó la voz-. Pero unos grados al norte de la línea le sorprendió un terrible tempestad y quedó desarbolado. Al hacerse de día, se vio que el barco hacía agua por todas partes y, finalmente, cuando amainó el temporal, los marineros huyeron en los botes, dejando..., dejando a un joven dama..., mi prometida..., y a mí mismo en los restos del naufragio.

"Nosotros estábamos bajo cubierta, reuniendo algunas de nuestras pertenencias, cuando ellos se fueron. A causa del miedo se comportaron de un modo muy cruel, y cuando subimos a cubierta eran ya unas formas pequeñas en el horizonte. Mas no desesperamos, sino que nos pusimos a construir un pequeña balsa. En ella colocamos lo poco que cabía, incluyendo un poco de agua y algunas galletas. Luego, como el barco estaba ya casi del todo sumergido, nos subimos a la balsa y nos alejamos de él.

"Fue más tarde cuando me di cuenta de que parecíamos estar en medio de alguna marea o corriente que nos alejaba del barco, de tal modo que al cabo de tres horas, según mi reloj, dejamos de ver su casco, aunque los mástiles rotos siguieron siendo visibles durante un poco más. Luego, hacia el crepúsculo, se levantó un niebla que duró toda la noche. Al día siguiente continuábamos envueltos por la niebla, y el tiempo permanecía calmado.

"Durante cuatro días navegamos a la deriva bajo esta extraña niebla hasta que, al anochecer del cuarto día, llegó a nuestros oídos el murmullo de unos lejanos rompientes. Poco a poco el ruido fue haciéndose más claro y, al poco de la medianoche, pareció que sonaba a ambos lados y en un espacio no muy grande. Las olas levantaron la balsa varias veces y luego nos encontramos en aguas tranquilas, con el ruido de los rompientes a nuestras espaldas.

"Al hacerse de día, vimos que nos encontrábamos en un especie de laguna grande; pero poco vimos de ella en ese momento, pues cerca de nosotros, por detrás, el casco de un gran velero asomó entre la niebla. Como si estuviéramos de común acuerdo, los dos nos postramos de rodillas y dimos gracias a Dios, pues creíamos que era el final de nuestras desventuras. Nos quedaba mucho por aprender.

"La balsa se acercó al barco y gritamos que nos subieran a bordo, mas nadie contestó. Al poco, la balsa rozó el costado del barco y, viendo que de él colgaba un soga, la así y empecé a subir. Pero me costó mucho subir por culpa de un especie de masa gris y viscosa que cubría la soga y que pintaba unas manchas lívidas en el costado del barco.

"Finalmente, llegué a la borda y salté a cubierta. Vi que estaba llena de manchas grises, algunas de las cuales formaban nódulos de varios palmos de altura, pero yo pensaba más en la posibilidad de que a bordo hubiera gente que en lo que veían mis ojos. Grité, pero nadie contestó. Entonces me acerqué a la puerta que había debajo de la cubierta de popa, la abrí y me asomé a su interior. Percibí un fuerte olor a aire enrarecido, por lo que adiviné al instante que allí dentro no había nada vivo y, sabiendo esto, me apresuré a cerrar la puerta, pues de repente me sentí solo.

"Volví al costado por donde había subido a bordo. Mi..., mi amada seguía en la balsa, sentada tranquilamente. Al ver que la estaba mirando desde arriba, me preguntó si había alguien a bordo. Le contesté que el barco parecía abandonado desde hacía mucho tiempo, pero que, si quería aguardar un poquito, buscaría un escalera o algo que pudiera usar para subir a bordo. Luego, un vez juntos, registraríamos todo el barco. Unos momentos después, encontré un escalera de cuerda en el otro extremo del barco. Me la llevé al costado por donde había subido y, al cabo de un minuto, mi amada estaba junto a mí. Juntos exploramos las cabinas y camarotes en la parte de popa, mas en ninguna parte encontramos señales de vida. Aquí y allá, en el interior de las cabinas, encontramos manchas de aquella masa extraña, pero, como dijo mi amada, iba a resultar fácil limpiarlas.

"Al final, convencidos ya de que no había nadie en la popa, nos dirigimos a proa caminando por entre los repugnantes nódulos grises de aquella extraña sustancia. También registramos la parte de proa y averiguamos que, efectivamente, salvo nosotros no había nadie a bordo.

"Ya sin ninguna duda al respecto, volvimos a proa y procedimos a instalarnos tan cómodamente como nos fue posible. Entre los dos pusimos orden y limpiamos dos de las cabinas y después miré si en el barco había algo comestible. No tardé en comprobar que así era y mi corazón dio gracias a Dios por su bondad. Además, descubrí dónde estaba la bomba de agua dulce y, tras repasarla, comprobé que el agua era potable, aunque tenía cierto sabor desagradable.

"Durante varios días permanecimos a bordo del barco, sin tratar de llegar a la playa. Trabajábamos afanosamente para hacer de aquél un lugar habitable. Sin embargo, ya entonces empezábamos a darnos cuenta de que nuestra suerte era aún menos deseable de lo que hubiera cabido imaginar, pues, aunque, como primera medida, rascamos las manchas de aquella sustancia que había en el suelo y las paredes de los camarotes y el salón, en el plazo de veinticuatro horas recuperaban casi su tamaño original, lo cual no sólo nos desalentaba, sino que nos inspiraba un vaga sensación de inquietud.

"Con todo, no estábamos dispuestos a darnos por vencidos, así que volvíamos a poner manos a la obra y no sólo rascábamos la masa, sino que los sitios donde había estado los regábamos profusamente con ácido carbólico, pues en la despensa había encontrado una lata llena. Sin embargo, al final de la semana, la sustancia volvía a presentar toda su fuerza y, además, se había propagado a otros lugares, como si nosotros, al tocarla, hubiéramos permitido que los gérmenes se esparcieran.

"Al despertar en la mañana del séptimo día, mi amada se encontró con que un pequeña porción de la misteriosa sustancia crecía en su almohada, cerca de su cara. Al verlo, se vistió a toda prisa y vino a mí. En aquel momento me encontraba yo en la cocina, encendiendo el fuego para el desayuno.

""Ven conmigo, John", dijo, y me condujo a popa. Al ver lo que crecía en su almohada, me estremecí y en aquel mismo instante decidimos abandonar en seguida el barco y ver si podíamos instalarnos más cómodamente en tierra firme.

"Rápidamente recogimos nuestras escasas pertenencias y entonces vi que incluso entre ellas había aparecido la masa, pues en uno de los chales de mi amada, cerca del borde, había un poco. Tiré la prenda por la borda, sin decirle nada a ella.

"La balsa seguía en el costado del barco, pero como era demasiado difícil gobernarla, eché al agua un bote pequeño que colgaba de lado a lado de popa y a bordo del mismo nos dirigimos a la playa. Mas al acercarnos a ella, poco a poco me di cuenta de que la vil masa que nos había hecho abandonar el barco empezaba a cubrir todo cuanto había en tierra. En algunos sitios formaba montículos horribles, fantásticos, que casi parecían moverse, como si albergaran algún tipo de vida silenciosa, cuando el viento pasaba sobre ellos. En otras partes tomaba la forma de dedos inmensos, mientras que en otras se limitaba a extenderse, lisa, viscosa y traicionera. En algunos sitios hacía pensar en árboles enanos y grotescos, llenos de nudos y pliegues extraordinarios.. . Y todo ello se movía a ratos, horriblemente.

"Al principio nos pareció que en toda la costa que había a nuestro alrededor no quedaba ni un solo lugar que no estuviera oculto bajo aquella horrible sustancia; pero más tarde pudimos comprobar que nos equivocábamos, pues al navegar siguiendo la costa, a cierta distancia, vimos un pequeña extensión de algo que parecía arena fina y allí desembarcamos. No era arena. Lo que era no lo sé. Lo único que he podido observar es que sobre ella no crece la masa, mientras que nada más que ésta aparece en todas partes, salvo allí donde esa tierra que parece arena dibuja extraños senderos entre la gris desolación, que es en verdad un espectáculo terrible de ver.

"Es difícil hacerles comprender cómo nos animamos al encontrar un sitio que aparecía absolutamente libre de aquella sustancia. En él depositamos nuestras pertenencias. Luego volvimos al barco para recoger las cosas que parecía que íbamos a necesitar. Entre otras cosas, logré llevarme a tierra una de las velas del barco, con la que construí dos tiendas pequeñas, las cuales, pese a tener un forma muy irregular, cumplían su cometido. En ellas vivíamos y teníamos almacenadas las cosas que necesitábamos, y durante varias semanas todo fue bien, sin que sufriéramos ningún percance digno de señalar. A decir verdad, nos sentíamos muy felices... porque.... porque estábamos juntos.

 

"Fue en el pulgar de la mano derecha de mi amada donde apareció la primera porción de sustancia gris. No era más que un pequeña mancha circular, muy parecida a un lunar gris. ¡Dios mío! ¡Qué temor embargó mi corazón cuando ella me la enseñó! La lavamos entre los dos, rociándola con ácido carbólico y agua. Al día siguiente, por la mañana, volvió a enseñarme la mano. La mancha gris, parecida a un verruga, volvía a ser visible. Durante un rato estuvimos mirándonos en silencio. Luego, todavía sin mediar palabra, nos pusimos a eliminarla de nuevo. Estábamos a la mitad de la operación cuando de pronto mi amada dijo:

""¿Qué es eso que tienes en la cara, amado mío?" Su voz reflejaba inquietud. Alcé la mano para tocarme la cara.

"" ¡Ahí! Debajo del cabello junto a la oreja. un poco hacia el frente." Mi dedo se posó en el lugar que me indicaba y entonces lo supe.

""Primero acabemos de curarte el pulgar", dije. Y ella se sometió sólo porque temía tocarme antes de que se lo hubiese limpiado. Terminé de lavarle y desinfectarle el pulgar y entonces ella hizo lo propio con mi cara. Al terminar, nos sentarnos y estuvimos hablando durante un rato; hablamos de muchas cosas, pues en nuestras vidas acababan de irrumpir pensamientos inesperados y terribles. De pronto, sentimos miedo de algo peor que la muerte. Hablamos de cargar el bote con provisiones y agua y hacernos a la mar; pero por diversas causas éramos impotentes y... la sustancia ya nos había atacado. Decidimos quedarnos y que Dios hiciera con nosotros su voluntad. Nosotros esperaríamos.

"Pasó un mes, dos meses, tres meses, y las manchas iban creciendo, a la vez que aparecían otras. Pero seguíamos esforzándonos por luchar contra el miedo, tanto es así que sus progresos eran lentos, relativamente hablando.

"De vez en cuando nos aventurábamos a volver al barco en busca de cosas que nos hacían falta. Allí comprobamos que la sustancia crecía de modo persistente. Uno de los nódulos de la cubierta principal no tardó en llegar a la altura de mi cabeza.

"Para entonces ya habíamos abandonado toda esperanza de salir de la isla. Nos dábamos cuenta de que, padeciendo de aquel mal, no nos permitirían volver con los demás seres humanos.

"Un vez hubimos llegado a tal conclusión, comprendimos que era necesario vigilar nuestras existencias de alimentos y agua, pues a la sazón no sabíamos cuánto tiempo pasaríamos allí, aunque era posible que fuesen muchos años.

"Esto me recuerda que ya les he dicho que soy un anciano. No es así si nos atenemos a mis años. Pero.... pero...

Se interrumpió, pero luego continuó hablando con cierta brusquedad:

-Como decía, sabíamos que teníamos que ir con cuidado con nuestros alimentos, pero ignorábamos que nos quedasen tan pocos. Fue un semana después cuando descubrí que todos los demás depósitos de pan..., que yo suponía llenos..., estaban vacíos, y que, aparte de algunas latas de verduras y carne y algunas otras cosas, no teníamos nada para comer excepto el pan del depósito que yo había abierto.

"Al descubrir esto, decidí hacer algo, lo que pudiese, y traté de pescar en la laguna, pero no lo conseguí. Entonces me sentí un tanto inclinado al desespero, hasta que se me ocurrió que podía probar suerte fuera de la laguna, en mar abierto.

"Aquí pescaba algún que otro pez, pero con tan poca frecuencia que apenas resultaba suficiente para protegernos del hambre que nos amenazaba. Empecé a pensar que nuestra muerte sobrevendría probablemente a causa del hambre y del crecimiento de la sustancia que se había apoderado de nuestros cuerpos.

 

"En ese estado se encontraban nuestros ánimos cuando el cuarto mes tocó a su fin. Entonces hice un descubrimiento en verdad horrible. Un mañana, poco antes del mediodía, regresé del barco con un pedazo de galleta que quedaba en él y vi que mi amada estaba sentada ante la entrada de la tienda, comiendo algo.

""¿Qué es, amada mía?', le pregunté en el momento de saltar a tierra. Mas, al oír mi voz, pareció un tanto confundida y, volviéndose, con gesto furtivo arrojó algo hacia el lindero del pequeño claro. Cayó más cerca de lo que ella deseaba y yo, que empezaba a sentir un vaga sospecha, me acerqué y lo recogí. Era un trozo de la sustancia gris.

"Al acercarme a ella con aquello en la mano, se puso pálida como un cadáver y luego se ruborizó.

"Yo me sentía extrañamente aturdido y asustado. ""¡Querida mía! ¡Querida mía!", dije, incapaz de decir nada más. Pero, al oír mis palabras, no pudo resistirlo y rompió a llorar amargamente. Poco a poco, cuando se fue calmando, me confesó que lo había probado el día anterior y que... le había gustado. La obligué a arrodillarse y le hice prometer que no volvería a tocarlo, por grande que fuera nuestra hambre. Después de prometérmelo, me dijo que el deseo de comer de aquello le había sobrevenido de pronto y que, hasta el momento de sentir tal deseo, la sustancia no le había inspirado más que un repulsión infinita.

"Unas horas después, sintiéndome extrañamente desasosegado, y muy consternado por lo que había descubierto, eché a andar por uno de los senderos retorcidos que formaba aquella especie de tierra blanca que parecía arena y que cruzaba la sustancia gris. Ya me había aventurado por allí en otra ocasión, aunque sin llegar muy lejos. Esta vez, hallándome enfrascado en pensamientos que me llenaban de perplejidad, llegué mucho más lejos.

"Súbitamente salí de mi ensimismamiento al oír un ruido extraño y áspero a mi izquierda. Al volverme rápidamente vi que algo se movía entre la masa que había cerca de mí, y que presentaba unas formas extraordinarias. Se balanceaba de un modo precario, como si poseyera vida propia. De pronto, mientras mis fascinados ojos contemplaban aquello, pensé que se parecía de un modo grotesco a la figura de un ser humano deforme. Todavía estaba pensando en ello cuando se oyó un ruido desagradable, como si algo se estuviera rasgando, y vi que uno de los brazos, que más bien parecían ramas, se estaba despegando de las masas grises que lo rodeaban y acercándose a mí. La cabeza.... un especie de bola gris sin forma definida, se inclinó hacia mí. Me quedé allí parado como un estúpido y el brazo repugnante me rozó la cara. Proferí un grito de terror y retrocedí apresuradamente unos pasos. En mis labios notaba un sabor dulzón. Pasé la lengua por ellos y al instante sentí que me embargaba un deseo inhumano. Me volví y cogí un puñado de sustancia. Luego más Y... más. Mi deseo era insaciable. Mientras devoraba la sustancia, el recuerdo del descubrimiento de la mañana penetró en el laberinto de mi cerebro. Dios lo había enviado. Tiré al suelo el fragmento que tenía en la mano. Luego, totalmente abatido y sintiéndome horriblemente culpable, regresé al pequeño campamento.

"Creo que en cuanto puso sus ojos en mí, ella lo adivinó, merced a alguna intuición maravillosa que el amor debía de haberle dado. Su comprensión silenciosa hizo que me resultara más fácil confesarle mi repentina flaqueza, aunque omití decirle la cosa extraordinaria que había ocurrido antes. Deseaba ahorrarle todo terror innecesario.

"Mas lo que había descubierto resultaba intolerable y hacía nacer un terror incesante en mi cerebro, pues no me cabía la menor duda de que había presenciado el fin de uno de los hombres que habían llegado a la isla en el barco que estaba en la laguna. Y en aquel fin monstruoso había presenciado el nuestro propio.

"En lo sucesivo nos abstuvimos de aquel alimento abominable, aunque el deseo de comerlo se nos había metido en la sangre. Sin embargo, nuestro temible castigo era inminente, pues día a día, con un rapidez monstruosa, la sustancia fangosa iba apoderándose de nuestros pobres cuerpos. Materialmente no podíamos hacer nada para detenerla, y así. .., nosotros.... que habíamos sido humanos, nos convertimos en... Bueno, cada día importa menos. Sólo. .., sólo que habíamos sido hombre y doncella.

"Y cada día resulta más terrible la lucha por resistirse al hambre, al deseo lujurioso de comer esa horrible sustancia.

"Hace un semana terminamos la galleta, y desde entonces he pescado tres peces. Me encontraba pescando aquí esta noche cuando vuestra goleta surgió de entre la niebla y casi se me echó encima. Entonces los llamé. El resto ya lo conocen. Y que Dios los bendiga por su bondad para con un par de pobres almas proscritas.

Se oyó el ruido de un remo al sumergirse..., luego el de otro. Después..., la voz habló de nuevo y por última vez, atravesando la niebla que la envolvía, fantasmal y lúgubre:

 

-¡Que Dios los bendiga! ¡Adiós!

-¡Adiós! -gritamos al unísono con voz ronca y el corazón rebosante de emociones.

 

Miré a mi alrededor y me di cuenta de que empezaba a amanecer. El sol lanzó un rayo aislado sobre el mar oculto; la luz mortecina perforó la niebla y con un fuego melancólico iluminó la barca que se alejaba. Aunque no muy claramente, vi algo que cabeceaba entre los remos. Me hizo pensar en un esponja..., un esponja grande y gris que movía la cabeza arriba y abajo... Los remos continuaron moviéndose. Eran grises... Igual que la barca... Y mis ojos buscaron inútilmente el lugar donde la mano se unía al remo. Mi mirada volvió rápidamente a la... cabeza. Se inclinaba hacia delante cuando los remos se movían hacia atrás a causa del golpe. Luego los remos se hundieron, la barca salió de la zona iluminada y la..., la cosa se perdió de vista en medio de la niebla, sin dejar de cabecear.

 



[1] William Hope Hodgson:  escritor inglés, nacido en 1877. Autor de las novelas Los Piratas fantasmas (1909), La casa al borde del mundo (108), y El reino de la noche (1912); así como varios cuentos ambientados en regiones lejanas de mares desconocidos. Fue influencia poderosa en la formación de Howard Phillips Lovecraft, quien elogia sus novelas en el extenso ensayo El horror en la literatura. Falleció prematuramente en la primera guerra mundial, en 1918. Su obra fue rescatada en la década del 50 y se ha convertido en objeto de culto. Una voz en la noche es uno de sus relatos más memorables.

 

 

 

 

La Entrada del Monstruo
(The Gateway of the Monster-1910)

William Hope Hodgson,.

(Thomas Carnacki, el famoso investigador de historias de fantasmas "reales", cuenta aquí sus increíbles y extrañas experiencias en el Pentáculo Eléctrico)

En respuesta de la usual tarjeta de invitación para cenar y escuchar una historia, arribé prontamente al 427 de la avenida Cheyne, para encontrarme con los otros tres que usualmente eran invitados a estas reuniones. Cinco minutos después, Carnacki, Arkright, Jessop, Taylor y yo estábamos ocupados en la "amena ocupación" de la cena.

- Tu no has estado fuera durante mucho tiempo, esta vez - remarqué mientras terminaba mi sopa; olvidando momentáneamente el disgusto de Carnacki de ser interrogado sobre los ribetes de su historia hasta antes que estuviera listo para. Entonces él no escatimaría palabras.

- Esto es todo - replicó con brevedad, y cambié el tema, remarcando que había comprado una nueva arma, novedad que respondió con un cabeceo inteligente y una sonrisa que supuse mostraba una genuina apreciación de buen humor sobre mi intencional cambio en la conversación.

Más trade, cuando la cena hubo terminado, Carnacki se apoltronó confortablemente en su gran sillón, junto con su pipa, y comenzó su relato, con una breve perífrasis:

- Tal y como Dogson nos remarcó, solo estuve fuera un corto tiempo, y por una muy buena razón: estuve en un lugar cercano. La localidad exacta me temo que no les puedo decir; pero está a menos de veinte millas de aquí; aunque, excepto por el cambio de un nombre, esto no echará a perder la historia. ¡Y qué historia! ¡Una de las más extraordinarias que jamás protagonicé!

«Recibí hace unos quince días una carta de un hombre que voy a llamar Anderson, solicitando una entrevista. Arreglé una hora, y cuando vino, me dijo que quería que investigara y viera que había de cierto en un viejo y autenticado caso de lo que llamaremos "encantamiento". Me dio muchos detalles, y finalmente, como si tal cosa pareciera única, decidí tomar el caso.

«Dos días después, a la tarde, fui a su casa. Estaba en una localidad antigua, en medio de sus propios terrenos. Anderson le había dejado al mayordomo una carta, en la que pedía perdón por su ausencia, y dejaba la casa entera a mí disposición para la investigación. El mayordomo evidentemente sabía del objeto de mi visita, y yo le hice varias preguntas durante la cena, la cual la tomé solitario. Él era un viejo y privilegiado sirviente, y conocía la historia del Cuarto Gris en todos sus detalles. Me contó más detalles sobre un tema que Anderson había mencionado solo de manera casual. El primero era que se escuchaba la apertura y posterior azote de la puerta de la Habitación Gris durante la noche, a pesar que se la suponía cerrada con llave, la cual estaba guardada en la despensa. El segundo era que las cobijas siempre eran encontradas fuera de la cama, y apiñadas en un manojo, como si hubieran sido arrojadas violentamente, en un rincón de la estancia.

«Pero era el portazo lo que incordiaba mayormente al viejo mayordomo. Muchas veces, me contó, se había despertado y temblando de pavor, se quedaba escuchando; algunas veces la puerta era azotada repetidas ocasiones, ¡thud! ¡thud! ¡thud!, así que no le era posible dormir en toda la noche.

«De Anderson, supe que la habitación tenía una historia que se remontaba ciento cincuenta años atrás en el tiempo. Tres personas habían muerto estranguladas ahí, un ancestro de él y su esposa e hijo. Esto era auténtico, y experimenté algún dolor en comprobarlo, así que ustedes se podrán imaginar que sentimiento tenía cuando comencé a investigar el caso, y como estaba cuando subí las escaleras, luego de la cena, para dar un vistazo a la Cuarto Gris.

«Peter, el viejo mayordomo, me había asegurado con mucha solemnidad que en la totalidad de sus veinte años de servicio en la casa, nadie había entrado en la habitación luego del atardecer. Me rogó de manera paternal, que esperara a la mañana siguiente, donde no habría peligro, y él mismo me podría acompañar.

«Por supuesto, le sonreí un poco, y le contesté que no tenía que molestarse. Le expliqué que no haría más que echar un vistazo y quizás poner un par de precintos. No tenía nada que temer; estaba acostumbrado a este tipo de cosas. Pero se sacudió su cabeza cuando lo dije.

«"No hay muchos fantasmas como los nuestros, señor," me aseguró, con fúnebre orgullo. Y, ¡por Júpiter! él tenía razón, tal y como ustedes verán a continuación.

«Tomé un par de candelas, y Peter me siguió, con su manojo de llaves. Él destrabó la puerta; pero no ingresó conmigo. Evidentemente estaba asustado, y volvió a formular su súplica, de posponer mi examinación hasta la mañana siguiente. Por supuesto, me volví a reír y le dije que podía vigilar en la puerta y atrapar cualquier cosa que saliera fuera.

«-Nunca sale afuera, señor, - me dijo en su divertida, antigua y solemne manera. De todas maneras me hizo sentir como si fuera a tener enfrente al "fantasma".

«Lo dejé ahí, y examiné el cuarto. Era una estancia amplia, y bien amueblada, de estilo imponente, con un gran cuadro. Había dos candelabros en la repisa de la chimenea y dos por cada una de las tres mesas que había. Alumbré todo el sitio, y a pesar de qu el cuarto tenía esa atmósfera de sombría crueldad, estaba un poco más fresco, y bien cuidado.

«Luego de tomar un buen vistazo sobre toda la estancia, puse algunos precintos sobre las ventanas, sobre las paredes, sobre los cuadros, y sobre el hogar de la chimenea y los armarios. Todo el tiempo que estuve trabajando, el mayordomo se quedó parado justo frente a la puerta, del lado del pasillo, y no pude decir nada que pudiera persuadirlo de entrar, a pesar que bromeé un poco mientras ponía los precintos e iba de aquí para allá. Una y otra vez me decía: "Usted me excusará señor, pero desaría que saliera. Estoy temblando por usted."

«Le dije que no necesitaba esperar; pero él era leal a lo que consideraba lo que era su labor. Dijo que no se iría y me dejaría solo ahí. Se disculpó; pero me aseguró que no comprendía claramente el peligro del cuarto; y como podía ver, estaba bastante asustado. Pero mi trabajo consistía en dejar la habitación de manera que pudiese saber más tarde si algún material había entrado; así que le rogué que no se preocupara por mí, a no ser que realmente escuchara algún ruido. Él estaba logrando ponerme nervioso, y me hacía sentir como que había algún "mal" en la habitación, sin que hubiera pasado nada malo.

«Durante un momento estuve extendiendo precintos sobre el piso y sellándolos, de manera que el mínimo toque los hubiera roto, como por ejemplo si alguien se aventurara en el cuarto en la oscuridad para gastar una broma. Todo esto me estaba tomando algo de trabajo; y, súbitamente, escuché que el reloj daba las once. Me había sacado el abrigo ni bien había empezado a trabajar; así que cuando dieron las once ya había casi terminado, y caminé hacia el sofá. Estaba por precintarlo cuando la voz del viejo mayordomo (que no había dicho una palabra durante la última hora) sonó aguda y atemorizada: - ¡Salga, señor, rápido! ¡Algo va a pasar! - ¡Dios! Salté y en el mismo momento uno de los candelabros de la mesa de la izquierda de la cama, se apagó. Ahora bien, si fue el viento, o que, no lo se; durante ese momento estaba bastante sobresaltado para correr hacia la puerta; sin embargo ahora estoy feliz de decir que me levanté, antes de terminar. Caminé a través de la estancia y miré alrededor de las mesas a los lados de las camas, pero no vi nada raro. Apagué el candelabro que aún estaba encendido, luego fui hacia los que estaban en las otras dos mesas, y también los apagué. Finalmente salí de la habitación, y el viejo me dijo: - ¡Oh! ¡Señor, se lo dije! ¡Se lo dije!

«-Está bien, Peter, - le dije, y, por Dios, que mi vos no era tan firme como me hubiera gustado. Di algunas zancadas, como ustedes se podrán imaginar. Cerca de la puerta, tuve el presentimiento súbito que había un viento frío en la habitación. Era como si la ventana hubiera sido abierta por un momento. Fui a la puerta y el viejo mayordommo retrocedió un paso, de manera instintiva. - Ten las candelas, Peter - le dije, y se las puse en las manos. Volví, y tomé la manija de la puerta y le di un portazo, con fuerza. De algún modo, saben, cuando lo hice, creí sentir algo que la empujaba; pero tuvo que ser mi imaginación. Le di una vuelta a la llave de la cerradura, y luego otra vuelta más. Por último puse un precinto en la puerta, insertando una de mi tarjetas en la ranura de la llave, sellándolo por supuesto; luego me guardé la llave en el bolsillo, y bajé con el mayordomo las escaleras; estaba nervioso y silencioso. ¡Pobre viejo! Le hice pasar dos o tres horas de gran tensión.

«Cerca de la medianoche, me fui a la cama. Mi cuarto estaba al final del corredor sobre el que estaba la puerta del Cuarto Gris. Conté las puertas entre esta y la mía, eran cinco. Y les aseguro que comprenderán que no estaba apenado. Cuando había comenzado a desvestirme, una idea vino a mi mente, y tomé mi candela y cera de sello, y volví a salir y sellé las puertas de las cinco habitaciones en cuestión. Si alguna puerta se azotaba durante la noche, tenía que saber cual era.

«Regresé a mi cuarto, cerré la puerta, y me metí en la cama. Fui despertado súbitamente de un profundo sueño por un estrepitoso sonido que provino de alguna parte del pasillo. Me senté en la cama y escuché y no conseguí escuchar nada más. Encendí mi bujía. Fue en el momento en que la prendí que resonó otro violento portazo, desde el corredor. Salté fuera de la cama, y tomé mi revólver. Destrabé mi puerta, y salí al pasillo, teniendo mi candela bien alta, y manteniendo presto mi pistola. Entonces pasó una cosa muy extraña. No podía avanzar un paso hacia el Cuarto Gris. Ustedes saben que no soy un tipo realmente cobarde. He estado en muchos casos conectados con cosas fantasmales, para ser acusado de tal cosa; pero les debo decir que estaba acobardado, tal y como un niño. Había algo muy perverso en el aire de la noche. Me eché para atrás, a mi dormitorio, y cerré y trabé la puerta. Entonces me senté en la cama, toda la noche, y escuché los sonidos de la puerta del corredor. El sonido pareció tener eco a través de toda la casa.

«El día llegó rápido, y me lavé y vestí. La puerta no se azotó durante una hora, y yo había vuelto a mi tranquillidad. Me sentí avergonzado de mí mismo; de una manera esto era tonto, cuando uno está interfiriendo con este tipo de cosas, sus nervios están astrictos, algunas veces. Y yo solo me senté y me quedé quieto y me dije a mí mismo cobarde hasta que llegó la mañana. Algunas veces es más que cobardía, me imagino. Creo a veces que es algo que le advierte a uno, y lucha por uno. Pero, al final, me sentía vil y miserablem, luego de aquella situación.

«Cuando hubo amanecido propiamente, abrí mi puerta, y, teniendo siempre mi revólver a mano, caminé lentamente por el pasillo. Había llegado a las escaleras, y en el camino, ¿a quién podía ver subiendo? Al viejo mayordomo, que venía con una taza de café. Se había metido el camisón de dormir dentro de sus pantalones y estaba calzado con un viejo par de pantuflas.

«- ¡Hola Peter! - le dije, sintiéndome de repente alegre; estaba tan feliz como un niño perdido que se encuentra de pronto con un ser humano.

«El viejo dio un tropiezo y volcó un poco de café. Me miró fijamente y pude ver que su mirada era cándida. Subió las escaleras y me dio la bandeja, diciendo: - Es muy grato para mí que el señor esté seguro y bien, por un momento temí que usted pudiera correr algún riesgo entrando en el Cuarto Gris. Estuve despierto toda la noche, con el sonido de la Puerta. Y cuando salió el sol, pensé que sería bueno hacerle un café. Me imagino que querría ver los precintos, y creo que a es más seguro si somo dos, señor.

«-Peter - dije - usted es un maestro. Es muy atento de su parte, - y me tomé el café -. Vamos, - lo invité, y le devolví la bandeja. - vamos a echar un vistazo a esos precintos, a ver si las Bestias dejaron alguno sano.

«- Estoy muy agradecido, señor. - replicó - Los de carne y hueso no podemos hacer nada, señor, contra el demonio; y eso es lo que está en el Cuarto Gris después de la caída del sol.

«Examiné los precintos de todas las puertas, y solamente el de la puerta del Cuarto Gris estaba roto; sin embargo la tarjeta que inserté en la ranura de la llave no había sido tocada. La saqué y destrabé la cerradura, abriendo la puerta y entrando cautelosamente, tanto como ustedes se pueden imaginar. Pero no había nada que me pudiera asustar en la habitación, estaba todo muy iluminado. Examiné todos mis precintos, y ni uno había sido removido. El viejo mayordomo me siguió y, de repente, exclamó: - Las ropas de cama, señor.

«Salté hacia la cama y eché un vistazo a todo; y, súbitamente, las cobijas estaban tiradas en una esquina, a la izquierda de la cama. ¡Dios! ¡Pueden imaginar que raro me sentí! Algo había pasado en la habitación. Me quedé un instante congelado, mirando las mantas, en el piso. No tenía el mínimo deseo de ni siquiera tocarlas. El viejo Peter, sin embargo, no pareció verse afectado. Se reclinó sobre los cobertores, y ya iba a levantarlos del piso, como, indudablemente, había hecho durante cada día de los últimos veinte años; pero lo detuve. No quería que nada fuera tocado, hasta terminar mi exámen. Para ello tardé una hora entera, y luego dejé que Peter enderezara la cama; luego de esto salimos y dejamos la habitación bajo llave. Ya estaba poniéndome nervioso de nuevo.

«Di un pequeño paseo y luego desayuné; luego me sentí mejor, y regresé al Cuarto Gris, y, con la ayuda de Peter, y una de las mucamas, examiné lo que me faltaba, la cama y las pinturas. Revisé las paredes, el piso y el cielo raso, con una lente, con martillo y demás; pero sin encontrar nada sospechoso. Y puedo asegurarles, que estaba comenzando a pensar que una cosa muy increíble se había liberado en la habitación durante la noche anterior. Volví a precintar todo, nuevamente, y salí, poniendo llave y precintando la puerta, de la misma manera que antes.

«Luego de la cena de esa noche, Peter y yo desempacamos algunas de mis pertenencias, y fijé mi cámara y el flash enfrente del Cuarto Azul, con una cuerda atada del gatillo del disparador al picaporte de la puerta. De esa manera si la puerta realmente se abría, el flash se dispararía y habría posiblemente, una muy extraña fotografía para examinar en la mañana. La última cosa que hice, antes de irme, fue quitarle la tapa al lente; luego de esto me marché a mi recámara, y me metí en la cama; tenía la intención de levantarme a la medianoche, y para asegurarme de esto, dispuse mi pequeña alarma para que me llame a tal hora; además dejé mi candela encendida.

«El reloj me despertó a las doce, y me calcé las pantuflas y la bata de dormir. También aparte mi revólver y lo puse en el bolsillo derecho; recién luego abrí la puerta. Iluminé el corredor con la candela, a la que le había removido un panel, de manera que tenía una luz más clara. Caminé por todo el corredor con el mismo y lo deposité en el piso, a unos treinta pies de mi cuarto, con el panel abierto mirando hacia mí, de manera que pudiera ver cualquier cosa que se aproximase por el pasillo. Luego volví y me senté en el portal de mi habitación, siempre con mi revólver a mano, clavando la mirada en el lugar donde instalé mi cámara, frente al Cuarto Gris.

«Podría decir que estuve vigilando ahí durante cerca de hora y media, cuando, de repente, escuché un débil ruido, más allá del pasillo. De inmediato fui consciente de una extraña sensación, como si tuviese un escozor en mi nuca, y mis manos comenzaron a sudar un poco. Al siguiente instante, del final del pasillo, vi el abrupto fogonazo del flash. Luego fue la oscuridad, y miré fijamente hacia el corredor, escuchando tensamente y tratando de descubrir que era lo que yacía frente al resplandor de mi lámpara, que ahora parecía ridículamente oscurecida en contraste al tremendo fragor del flash... Luego, mientras seguía atento y escuchando, vino el batacazo de la puerta del Cuarto Gris. El sonido retumbó en todo el largo pasillo, e hizo eco en todas las cavidades de la casa. Les digo, me sentí horrible, como si mis huesos fuera agua. ¡Por Dios! ¡Lo que vi y lo que escuché! Y entonces vino de nuevo - thud, thud, thud, y luego un silencio que fue peor que el ruido de la puerta; me estaba imaginando que alguna cosa brutal estaba allá, cuando de repente, mi lámpara se apagó, y ya no podía ver ni a una yarda de donde estaba. Comprendí que todo lo que había hecho hasta ese momento estaba mal, sentado ahí, y salté. En ese momento creí escuchar un sonido en el pasillo, y muy cerca mío. Así que retrocedí nuevamente, y me metí en mi habitación, cerrando y trabando la puerta. Me senté en la cama mirando fijamente la puerta. Tenía el revólver en mí mano; pero me pareció una cosa abominablemente inútil. Sentía que había algo al otro lado de la puerta. Por alguna misteriosa razón sabía que estaba presionando contra la puerta, y era suave. Eso era lo que pensaba. La cosa más extraordinaria.

«En ese momento marqué rápidamente un pentáculo con un trozo de yeso en el piso encerado; y me senté ahí hasta el amanecer. Y todo el tiempo, afuera, en el corredor, la puerta del Cuarto Gris se azotó a intevalos graves y hórridos. Fue una noche brutal y miserable.

«Cuando amaneció, los portazos del Cuarto Gris comenzaron gradualmente a medrar, y al final, recobré el coraje y salí al pasillo, que estaba a media luz, y fui a tapar el lente de la cámara. Les confieso, no hubiera querido hacerlo, pero de otra manera mi fotografía se hubiera arruinado, y yo estaba tremendamente ansioso por revelarla. Regresé a mi cuarto y me dediqué a restregar la estrella de cinco puntas sobre la que había estado sentado.

«Media hora más tarde golpearon a mi puerta. Era Peter con el café. Cuando lo hube bebido, ambos nos dirigimos hacia el Cuarto Gris. En principio me di cuenta que los precintos de las demás puertas del pasillo estaban intactos. El precinto de la puerta del Cuarto Gris estaba nuevamente roto, y también el hilo que había atado al interruptor del flash; sin embargo la tarjeta en el orificio de la cerradura aún estaba ahí. La arranqué y abrimos la puerta. No se veía nada inusual hasta que llegué a la cama; vi, tal y como en el día anterior, que las ropas de la misma habían sido quitadas y amontonadas en la misma esquina, exactamente donde habían sido encontradas la mañana anterior. Me sentí muy raro, pero no me olvidé de chequear los precintos, solo para encontrar que ni uno solo había sido removido.

«Luego me di vuelta y miré al viejo Peter, y el me miró a mí, inclinando su cabeza.

«- Vámonos de aquí - le dije -. No es lugar para que ningún ser humano entre, sin la correcta protección.

«Salimos y volví a cerrar y sellar la puerta.

«Luego del desayuno, revelé el negativo; pero la fotografía resultante mostraba solamente la puerta del Cuarto Gris, entornada. Luego dejé la casa, ya que necesitaba ciertas cosas e implementos que me podían ser necesarios... para vivir, quizás para el alma, ya que mi idea era la de pasar la siguiente noche en el Cuarto Gris.

«Regresé en un coche de alquiler, a eso de las cinco y media, con mis aparatos, y junto con el chofer y Peter, los llevé al Cuarto Gris, donde los amontoné cuidadosamente en el centro de la estancia. Cuando hubimos subido todo el material, incluído un gato que compré, volví a cerrar y sellar la puerta, y regresé a mi dormitorio, diciéndole a Peter que no me esperara a cenar. Él respondió, - Sí, señor - y bajó las escaleras, creyendo que yo iba a dar una vuelta, que era exactamente lo que yo quería que creyera, ya que me imaginaba que iba a preocuparse demasiado por mí, si sabía que era lo que intentaba hacer.

«Me llevé el flash y la cámara a mi habitación, y regresé rápido al Cuarto Gris. Me encerré dentro, y comencé a trabajar, ya que tenía muchas cosas que hacer antes que cayera la noche.

«Primero de todo, saqué todas los precintos y etiquetas del piso; luego llevé al gato, aún metido en su canastita, y lo liberé dentro. Regresé de nuevo al centro de la habitación, y tomé el diámetro de la misma, que eran unos veintiún pies. Luego barrí con una escobita, y por último dibujé un círculo con la tiza, teniendo cuidado de jamás pisar la línea. Alrededor del mismo dispuse una ancha franja de ajo. Cuando terminé con esta tarea tomé de entre mis avituallas en el centro, una pequeña jarra de cierta agua. Retiré el parche y removí la tapa. Luego sumergí mi dedo índice izquierdo en el agua, y rodeé el círculo de nuevo, haciendo el Segundo Signo del Ritual Saaamaaa, y dibujando cada Signo lo más cuidadosamente posible. Les confieso que me sentí más tranquilo cuando hube terminado este círculo. Luego, desempaqué algunas otras cosas de las que había comprado, y puse una vela en el "valle" de cada Arco del Círculo... Al final de todo dibujé el Pentáculo, de manera que cada una de los cinco puntos de la estrella defensiva tocaba el círculo de tiza. En los cinco puntos puse cinco porciones de pan, cada una envuelta en lino, y en los cinco "valles" ubiqué cinco jarras de agua, la misma que había utilizado para confeccionar el "círculo de agua". Ahora había terminado mi primera barrera protectora.

«Cualquier persona, excepto ustedes, que conocen bien mis métodos de investigación, podrían considerar todo esto como algo inútil y procedente de supersticiones estúpidas; pero recuerden el caso del Velo Negro, en que creo que salvé mi vida gracias a una manera muy similar de protección, en tanto que Aster, quien se mofó de todo esto, y no vino conmigo, falleció. Lo leí del Sigsand MS, escrito si mal no recuerdo, en el Siglo XIV. Al principio me imaginé que era solo una expresión de la superstición de la época; y no fue hasta el año pasado en que se me ocurrió probar este método de "defensa", como dije antes, durante el caso del Velo Negro. Luego lo volví a utilizar varias veces, y siempre me mantuvo seguro, hasta aquel caso, el de la Piel Móvil. Aquí la "defensa" fue solamente parcial, y casi morí dentro del Pentáculo. Luego consulté los experimentos del Profesor Garder con un médium. Cuando rodearon al médium con una corriente, en vacío, él perdía su poder, casi como si lo aislaran de lo Inmaterial. Esto me hizo pensar mucho; y así fue como desarrollé estos Pentáculos Eléctricos, que son la más maravillosa "defensa" contra ciertas manifestaciones. Uso la forma de la estrella para la protección, debido a que no tengo duda que hay alguna virtud extraordinaria en la vieja figura mágica. Algo curioso para que admita un hombre del Siglo XX, ¿no es así? Pero, como ustedes saben, nunca lo hice y nunca lo haré, permitirme a mí mismo quedar ciego por una risa miserable. ¡Yo hago preguntas, y mantengo mis ojos abiertos!

«En este último caso no tenía muchas dudas al respecto si había algún monstruo sobrenatural, y por lo tanto tenía que tomar todo posible recaudo. El peligro era abominable.

«Me fijé que el Pentáculo Eléctrico tuviese todos sus puntas y "valles" coincidiendo con los del pentagrama sobre el piso. Luego conecté la batería, y al siguiente instante comenzó a brillar un pálido resplandor proveniente de los tubos catódicos que había puesto.

«Miré a mi alrededor, con algo de alivio, y comprendí súbitamente que el polvillo que había detrás mío no tenía un buen aspecto; la ventana era gris. Di una vuelta por la gran habitación, fuera de la doble barrera de electricidad y luz de vela. Y tuve un abrupta y extraordinaria sensación de que había algo extraño sobre mí, en el aire; un sentido de algo inhumano e inminente. El cuarto apestaba a ajo, un aroma que odio.

«Revisé la cámara y el flash, y vi que estaba en orden. Chequeé mi revólver, cuidadosamente; de todas maneras pensaba que no iba a ser necesario. En qué medida era posible la materialización de una criatura innatural, dadas condiciones favorables, nadie podía decirlo, y yo mismo no tenía idea que horrible cosa iba a tener que ver, o que terrible presencia iba a sentir. O quizás tendría que luchar contra un monstruo materializado. No lo sabía, y solamente prepararme. Todavía no podía olvidar a esas tres personas que fueron estranguladas en la cama cercana a mí, y los fuertes portazos que escuché por mí mismo. Y tampoco tenía duda que estaba investigando un caso peligroso y feo.

«La noche cayó; sin embargo el cuarto estaba bastante iluminado por las velas; yo estaba permanentemente mirando por encima de mi hombro, en todo momento, y para todos lados. Era un trabajo bastante intranquilizante el de esperar que esa cosa comenzara. De repente, me di cuenta de una pequeña y fría brisa de viento, que venía desde atrás mío. Comencé a sentir un frío escozor a lo largo de toda mi espina, pero igual me di vuelta e intenté mirar de dónde venía el extraño fresco. Me pareció como si brotara de una de las esquinas de la habitación, a la izquierda de la cama, el mismo lugar donde habíamos encontrado las mantas convertidas en un montón retorcido. Seguía sin poder ver nada inusual; no había aberturas, ¡nada!

«Al mismo tiempo me di cuenta que todas las velas se agitaban por este viento innatural... creo que me puse en cuclillas y quedé quieto mirando, horriblemente asustado, durante algunos minutos. ¡No soy capaz de decirles a ustedes que tan desagradable y horrible fue sentir ese viento frío y perverso! Entonces, ¡flick! ¡flick! todas las velas a mí alrededor se habían extinguido, y allí estaba yo, encerrado y sellado en esta habitación, con nada de luz más que la débil luminosidad del resplandor azulado del Pentáculo Eléctrico.

«El momento de tensión pasó, y aún sentía el viento sobre mí; súbitamente, me di cuenta que algo se estaba batiendo en la esquina, a la izquierda de la cama. Era conciente de ello, lo sabía interiormente, como por intuición, no veía ni oía nada. Con el corto radio de la luminosidad del Pentáculo no podía ver mucho, pero igualmente notaba que algo comenzaba a crecer a mi vista, una especie de sombra móvil, un poco más oscura que las sombras circundantes. La perdí entre la vaguedad, y por un momento o dos miré de un lado a otro, con una nueva sensación de peligro inminente. Luego mi atención fue dirigida a la cama. Todas los cobertores, frazadas, sábanas, fueron arrebatados, con un tipo de movimiento entre furtivo y de odio. Escuché el lento jaleo y arrastre de la tela; pero no podía ver nada de lo que estaba pasando. Estaba conciente que de alguna manera la "cosa" estaría sobre mí; aún mí mentalidad fría se mantenía, lo suficiente como para sentir que mis manos estaban empapadas de un sudor frío, y para tomar mi revólver, no sin antes restregar mi mano derecha por mi rodilla, como para secarla un poco. Durante ese tiempo jamás quité mi atención y mi vista de aquellas ropas movientes.

«Los lánguidos ruidos de la cama cesaron de una vez, y se produjo el mayor de los silencios, solamente roto por el regurgitar de la sangre en mi cabeza. Inmediatamente después escuché de nuevo el sonido de los cobertores de la cama siendo arrastrados. En el medio de mi tensión recordé la cámara, y traté de alcanzarla. Aunque sin poder llegar a ver la cama. En ese momento la totalidad de las cobijas de la cama fueron removidas con extraordinaria violencia, y escuché el ruido que hicieron al caer pesadamente en la esquina del cuarto.

«Luego hubo un momento de absoluta quietud, que duró un par de minutos; y ustedes se pueden imaginar lo mal que la pasé. ¡Las ropas de la cama habían sido arrancadas con tal salvajismo! ¡Y si hacía lo mismo conmigo!

«Abruptamente, sobre la puerta, escuché un ruido sordo, una extraña especie de sonido. Un gran nerviosismo me arrasaba, helándome la espalda y la nuca; era el precinto que había sido forzado. Algo había ahí. No podía ver la puerta y me es imposible decirles que tan poco veía, y que tanto me imaginaba.... En aquel momento me pareció que algo oscuro y borroso se movía y vacilaba entre las sombras.

«Caí en cuenta que la puerta estaba abierta, y con un esfuerzo volví a intentar alcanzar la cámara; pero antes de lograrlo, la puerta fue azotada con un terrible choque que resonó en toda la habitación como un trueno. Salté como un niño asustado. Parecía haber una gran fuerza tras el ruido, era algo tan vasto. ¿Pueden comprenderme?

«La puerta no volvió a ser tocada, pero acto seguido, escuché crujir la canasta, en la que estaba el gato. Sabía que estaba por saber definitivamente si la cosa era peligrosa para la Vida. Del gato surgió un horrible aullido, que cesó en forma abrupta. En ese momento pude alcanzar el flash. En la gran luminosidad vi la canasta volcada y su tapa abierta, y el gato yaciendo medio cuerpo afuera y medio adentro. No vi nada más, pero ahora estaba seguro que estaba en presencia de algún tipo de Ser o Cosa que tenía el poder de destrucción.

«Durante los siguientes dos o tres minutos hubo una bizarra y apreciable quietud en la habitación, y ustedes ya habrán especulado que yo estaba medio cegado por el resplandor del flash, así que el lugar entero me parecía tan negro como la oscuridad más absoluta. Les aseguro que fue de lo más horrible, estando arrodillado dentro de la estrella y dando vueltas en espiral, tratando de ver o percibir cualquier cosa que intentara acercarse a mí.

«Mi visión regresó gradualmente, y bruscamente vi la cosa que estaba buscando, cerca de mí "círculo de agua". Era grande y borrosa, y fluctuaba curiosamente, tal como la sombra de una gran araña queda suspendida en el aire, más allá de la barrera. Rodeaba ligeramente el círculo, y parecía como si estuviera probando todo contra mí; pero retrocedió con un extraordinario movimiento espasmódico, tal y como haría un ser humano si de repente tocara una reja incandescente.

«Se movía a mi alrededor y yo me movía también. Entonces, en frente a uno de los "valles" en el pentáculo, pareció detenerse, como si estuviera en el preliminar de un tremendo esfuerzo. La cosa parecía estar solidificándose y tomando forma. Me pareció que había detrás de esto una determinación maligna que tendría éxito. Yo estaba arrodillado, y retrocedí, cayendo sobre mi mano izquierda y sobre mi cadera, en un salvaje esfuerzo en retroceder de la cosa, que estaba avanzando cada vez más. Con mi mano derecha tenía locamente asido mi revólver. La cosa brutal venía derecho hacia mí, sobre el ajo y el "círculo de agua", casi llegaba al pentáculo. Creo que grité. Entonces, súbitamente, la cosa pareció retroceder, como expelida por alguna fuerza y poderosa.

«Debieron pasar algunos minutos hasta que me sentí seguro; y luego me sentí en el medio del pentáculo, horriblemente ido y temblando, y mirando para todos lados, pero la cosa se había desvanecido. En ese momento supe algo, que era que el Cuarto Gris estaba encantado por una mano monstruosa.

De improviso, mientras seguía arrodillado ahí, vi que era lo que había posibilitado al monstruo una apertura a través de la barrera. En mis movimientos dentro del pentáculo, sin querer, había movido una de las jarras de agua; por donde la cosa había hecho su ataque, la jarra que guardaba el "valle" estaba movida hacia un lado, y esto había dejado una de las "cinco puertas" sin resguardar. La posicioné en su lugar nuevamente, y me sentí seguro una vez hecho esto, ya que había comprobado que la "defensa" aún era efectiva. Y ahora tenía la esperanza de ver llegar la luz del día.

«Cuando veía aquella cosa, tan cercana a mí, tenía una desagradable y agobiante sensación de que las "barreras" no podían mantenerme seguro a lo largo de toda la noche con esa Fuerza. ¿Pueden comprenderme?

«Por un largo tiempo no pude ver la mano; pero, claramente, creo haber visto, una o dos veces, una extraña fluctuación, sobre las sombras cercanas a la puerta. Un poco después, como si fuera un arrebato de odio y malignidad, el cuerpo muerto del gato fue levantado de la canasta y golpeado una y otra vez contra el piso sólido. Eso me hizo sentir muy raro.

«Un minuto después, la puerta se volvió a abrir y se azotó dos veces, con tremenda fuerza. Al siguiente instante, la cosa se lanzó como un dardo contra mí, desde las sombras. Instintivamente yo estaba perpendicular a ella, y saqué mi mano del Pentáculo Eléctrico, donde, durante un momento de descuido, la apoyé. El monstruo fue nuevamente rechazado por la vecindad de los pentáculos; debido a mi tontería inconcebible, le había dado una segunda chance para traspasar las barreras. Puedo decirles que estuve temblando por un rato, con total acobardamiento. Me moví nuevamente al centro del pentáculo, y me arrodillé ahí, tratando de hacerme lo más pequeño y compacto posible.

«Cuando descendí, vino a mí un vago asombro de los dos "accidentes" que estuvieron a punto de permitirle a la cosa brutal que me atacara. ¿Estaba siendo influenciado para llevar a cabo acciones involuntarias que me pusieran en peligro? El pensamiento me tomó, y comencé a observar cada uno de mis movimientos. Intempestivamente extendí una de mis cansadas piernas y volteé una de las jarras de agua. Parte del contenido se derramó; pero gracias a mi celosa vigilancia, fui rápidamente, la levanté y volví a poner en la posición correcta, dentro del "valle", con el agua remanente. Habiendo hecho esto la vasta y oscura mano semi-materializada se acercó a mí en las sombras, y pareció brincar casi sobre mi rostro; pero por tercera vez fue catapultada por alguna enorme fuerza. Aparte del susto y el sobrecogimiento en que me encontraba, tuve un momento de vacío espiritual, como si alguna delicada y bella virtud interior estuviera sufriendo. Fue más atroz que sufrir el peor de los dolores físicos. Sabiendo de esto, por un largo tiempo estaba más atemorizado por la brutalidad de esta Fuerza sobre mi espíritu que por la cercanía y proporción del peligro.

«Volví a arrodillarme en el centro del pentáculo, vigilándome a mí mismo con más pavor, casi, que con el que observaba los atisbos del monstruo; ahora a no ser que me guarde a mí mismo de estos súbitos impulsos, simplemente iba a cooperar con mi propia destrucción. ¿Ven lo horrible que era todo?

«Pasé el resto de la noche en un estado de pánico enfermizo, y tan tenso que no podía hacer un solo movimiento en forma natural. Tenía mucho temor de que cualquier deseo de acción que tuviera pudiera ser promovido por la Influencia, que yo sabía que estaba obrando sobre mí. Y en el exterior de la barrera esa cosa horrorosa que daba vueltas y vueltas, arrebatando el aire en torno mío. Dos veces más el cuerpo del gato muerto fue removido. La segunda vez, escuché cada uno de sus huesos crujir y chasquear. Y todo ese tiempo el horrible viento soplaba sobre mí desde la esquina del cuarto, a la izquierda de la cama.

«Entonces, cuando las primeras luces del amanecer irrumpieron en el cielo, el viento cesó, en un momento, y no pude ver rastros de la mano. El sol salió lentamente, y en breve la luz cenicienta bañó toda la estancia, haciendo que la pálida luminiscencia del Pentáculo Eléctrico pareciera más fantasmagórica. Aunque hasta que no fuera de día completamente, no iba a hacer ningún intento por abandonar los límites de la barrera, ya que no lo sabía, pero debía de haber alguna estrategia fuera, con la súbita detención del maligno viento, para atraerme fuera del pentáculo.

«Al final, cuando las luces del día ya eran fuertes y brillantes, di un último vistazo a toda la habitación, y fui hacia la puerta. Estaba sin llave, la abrí y caminé hacia mi habitación, no sin haberla cerrado con llave. Me acosté y traté de calmar mis nervios. Peter llegó al rato, con el café, y cuando lo hube bebido, le dije que tenía la intención de seguir durmiendo, ya que había estado despierto toda la noche. Él se llevó la bandeja y salió silenciosamente, y luego de poner llave a mi puerta, me tiré a dormir.

«Me levanté cerca del mediodía, luego comí algo, y volví al Cuarto Gris. Apagué la corriente del Pentáculo, que había dejado encendida en mi apuro; también retiré el cuerpo del gato. Ustedes comprenderán que no quería que nadie viera al pobre animal. Luego de eso, busqué en la esquina, donde las ropas de la cama habían sido arrojadas. Hice varios agujeros, y probé, pero sin encontrar nada. Entonces se me ocurrió intentar con mi instruental bajo el zócalo. Lo hice, y escuché que el alambre chocaba contra algo metálico. Deslicé el gancho para ver si pescaba la cosa. Con el segundo intento lo tuve. Era un objeto pequeño, y lo llevé para la ventana. Era un curioso anillo, hecho con algún metal parduzco. Lo curioso sobre este anillo era que estaba hecho en la forma de un pentágono; eso era, la misma forma que había en el interior del pentáculo mágico, pero sin los "montes" que formaban las puntas de la estrella defensiva. No tenía burilados ni laminados de ningún tipo.

«Ustedes se imaginarán que estaba muy excitado, ya que estaba seguro que tenía en mi mano el famoso Anillo de la Ventura de la familia Anderson; que por supuesto, estaba íntimamente conectado con la historia del encantamiento. Este anillo fue pasado de padre a hijo a través de generaciones, y siempre, en obediencia de algunas tradiciones familiares, cada hijo prometía jamás ponérselo. El anillo, les puedo decir, había sido comprado por un caballero de las Cruzadas, bajo unas muy peculiares circunstancias; pero la historia es muy larga como para contárselas ahora.

«Parece que el joven Sir Hulbert, un ancestro de Anderson, hizo una vez una apuesta, estando ebrio, de que él podía ponerse el anillo esa misma noche. Lo hizo, y en la mañana su hija y esposa fueron encontradas estranguladas en la cama, en el mismo cuarto en que yo estuve. Mucha gente, según parece, creyó que Sir Hulbert era responsable de haber asesinado a estas personas estando borracho; y él, en un intento de probar su inocencia, pasó una segunda noche en el cuarto. También fue estrangulado. Desde entonces, nadie volvió a pasar la noche en el Cuarto Gris, hasta que yo lo hice. El anillo había estado perdido desde entonces, y se llegó a convertir en un mito; y fue de lo más extraordinario estar ahí con la verdadera sortija en mi mano, como ustedes comprenderán.

«Mientras estaba ahí, mirando el anillo, tuve una idea. Suponiendo que esta fuera, de alguna manera, una entrada, ¿se dán cuenta lo que quiero decir? Una especie de boquete en los límites del mundo. Era una idea muy rara, lo se, pero el viento venía de la misma esquina de la habitación en que encontré el anillo. Pensé mucho acerca de ello. La forma, el interior del pentáculo, no tenía "montes", y recordé el Sigsand MS. que dice: "Los montes son vuestras Cinco Colinas de seguridad. Si los rompéis estáis dando poder al demonio; dándole un favor al Ser Maléfico." La forma del anillo era significativa, y tomé la determinación de realizar una prueba.

«Deshice mi pentáculo, ya que debe ser renovado y rehecho con anterioridad de utilizarlo como protección. Luego salí, cerré la puerta y Iuego salí de la casa, para hacer ciertas diligencias, ya que ninguno de los implementos para hacer el pentáculo debían ser utilizados por segunda vez. Regresé a eso de las siete y media, y tan pronto como las cosas que compré fueron llevadas hasta el Cuarto Gris, despedí a Peter tal y como la noche anterior. Cuando hubo bajado las escaleras, me metí en el cuarto y cerré y sellé la puerta. Fui al mismo lugar, en el centro de la habitación donde habían dejado todas las cosas, y me puse a trabajar a toda velocidad para construir una barrera alrededor mío y del anillo.

«No se si se los expliqué antes, pero tenía la convicción de que si el anillo era en alguna forma un "medium" de admisión, me podía meter con él en el Pentáculo Eléctrico y su poder sería, para decirlo de algún modo, aislado, ¿lo entienden? La Fuerza, que se hacía visible como una Mano, estaba imposibilitada de ingresar dentro de la Barrera que separaba lo normal de lo anormal; pero ahora su entrada sería removida.

«Como les decía, trabajé a toda velocidad para terminar la barrera alrededor mío y del anillo, y se hizo tarde cuando me di cuenta que estaba en un cuarto "desprotegido". Además tenía la sensación de que haría un gran impulso para recuperar el anillo, que le era necesario para la materialización. Ahora verán si yo estaba en lo cierto.

«Terminé las barreras luego de una hora de trabajo, y se imaginarán el respiro que di cuando vi la lívida luz del Pentáculo Eléctrico una vez más sobre mí. Desde ese momento, pasaron unas dos horas, y estuve sentado en silencio, mirando hacia la esquina desde la que provenía el viento. Eran cerca de las once cuando un extraño presentimiento me atacó; sentía como si algo estuviese cerca mío; sin embargo nada pasó durante la siguiente hora. Entonces, de improviso, sentí el frío, y noté el extraño viento que soplaba de nuevo. Para mi sorpresa provenía desde detrás mío, y me di vuelta con un temblor de miedo. El viento me daba en la cara. Estaba soplando desde el piso a mí lado. Clavé los ojos en el suelo en medio de una nueva confusión de pavor. ¡Qué había hecho ahora! El anillo estaba ahí, cerca mío, en el mismo lugar donde lo había puesto. De pronto, mi desconcierto fue mayúsculo, cuando noté que había algo extraño acerca del anillo. Como unos movimientos de sombras, y convulsiones. Las miré, como estupidizado. Y entonces fue que caí en cuenta que el viento eestaba soplando hacia mí, desde dentro del anillo. Un extraño y borroso humo estaba siendo visible, que parecía brotar desde la sortija misma, y mexclarse con las sombras móviles. De pronto comprendí que estaba en un peligro mortal, el peor de todos, ya que las sombras convulsionantes que brotaban del anillo estaban tomando forma, y la mano de muerte se estaba formando dentro del Pentáculo. ¡Mi Dios! ¡Pueden imaginárselo! Había puesto la entrada dentro del Pentáculo, y la bestia estaba materializándose en el mundo real, como el humo que sale de una pipa.

«Creo que debí arrodillarme por un momento presa del más terrible de los terrores. Hasta que, con un enloquecido y torpe movimiento, tomé el anillo, intentando arrojarlo fuera del Pentáculo. Pero me eludía, como movido por una fuerza invisible, que lo sacudía para aquí y para allá. Al final lo agarré, y en el mismo instante, algo me lo arrebató con increíble y brutal fuerza. Una sombra grande y oscura lo cubrió, y lo levantó en el aire, viniendo hacia mí. Vi que esa sombra era la mano, grande y perfecta en forma. Pegué un grito de locura, y salté sobre el Pentáculo y el círculo de velas encendidas, y corrí desesperadamente para la puerta. Palpé a tientas como un idiota en busca de la llave, todo el tiempo mirando fijamente, con un miedo cercano a la locura, hacia las Barreras. La mano venía en picada hacia mí; y tal como no podía ser capaz de pasar las fronteras del pentáculo, cuando estaba fuera, ahora, que estaba dentro, no tenía la fuerza necesaria para salir. El monstruo estaba encadenado, tal y como cualquier bestia podría estar con cadenas remachadas sobre ella.

«A pesar de haber tenido un atisbo de esta circunstancia, estaba muy excitado y nervioso como para razonarlo; y en el momento que di con la llave y la giré, abrí la puerta y la cerré con un sonoro portazo. La trabé y volví a mi cuarto, tan alterado y tembloroso que no podía siquiera estar sentado. Me encerré y dejé la vela encendida; y me acosté en la cama, quedándome quieto por una hora o dos, hasta que me tranquilicé.

«Dormí un poco más tarde, pero me desperté cuando Peter me llevó el café. Cuando lo terminé, me sentí mucho mejor, y, junto con el viejo, fuimos a mirar al Cuarto Gris. Abrí la puerta y miré furtivamente. Las candelas aún estaban ardiendo, contra la luz del día, y detrás estaba la pálida luminiscencia del Pentáculo Eléctrico. En el medio estaba el anillo... la entrada del monstruo, tirado en el piso como cualquier cosa ordinaria.

«Nada había sido alterado en la habitación, y me di cuenta que la bestia jamás pudo cruzar el Pentáculo. Luego salimos y volví a cerrar la puerta.

«Luego de dormir algunas horas más, dejé la casa. Regresé en la tarde, en un taxi. Conmigo llevaba un mechero y dos cilíndros conteniendo hidrógeno y oxígeno. Los llevé al Cuarto Gris, y ahí, en el centro del Pentáculo Eléctrico, erigí los pequeños hornos. Cinco minutos después el Anillo de la Ventura, una vez de la "ventura" y ahora de la "maldición", de la familia Anderson, ya no era más que un salpicón de metal fundido.»

Carnacki palpó su bolsillo, y sacó algo envuelto en papel de tisú. Me lo mostró. Lo abrí y encontré un pequeño círculo de metal oscuro, algo como plomo, solo que más duro y brillante.

- ¿Y bien? - le pregunté, luego de examinarlo y pasarlo a los otros - ¿Terminó el encantamiento?

Carnacki movió su cabeza.

- Sí, así es. Dormí tres noches en el Cuarto Gris antes de marcharme. El viejo Peter casi se desmaya cuando supo lo que quería hacer; pero la tercer noche pareció comprender que al fin la casa esta libre de encantamientos y era como cualquier casa ordinaria. Y creo, que en el fondo, el apenas lo admite.

Carnacki se levantó y comenzó a darnos la mano.

- ¡Fuera! - nos dijo, genialmente, y en brevenos fuimos, reflexionando, en el camino a nuestras casas.

 Publicado en The Idler, Enero 1910
Traducción de Darío Lavia